PURO CHILE

Chile auténticamente democrático

LA GRAN ILUSIÓN (239 Reproducciones)

Tengo cuatro diplomas universitarios, dos en Chile (Universidad de Chile) y dos en el extranjero (Brasil). Siempre pensé que teniendo más diplomas tendría más chances de conseguir un buen empleo. Esto fue “casi” verdad. Porque no fue una verdad absoluta. Cuando postulaba a un empleo, de nada servían los diplomas, sino que la experiencia, los idiomas y los “padrinos” (recomendaciones). Cuando conseguía un nuevo empleo, tenía que mostrar cuanto valía desde adentro. Era bastante difícil, porque los otros colegas eran de excelente calidad, con varios idiomas fluentes y muy capacitados. Demoré pocos años en descubrir que adelantaba poco tener muchos diplomas. Tenía que sobresalir en algo practico y no mostrar que valía porque algunos papeles lo decían. Era un ingeniero dedicado, que cumplía fielmente las órdenes y las orientaciones de la empresa. Me sentía (y lo demostraba) agradecido porque era funcionario de la empresa que me permitía dar o sustento a mi familia.

Llegaba al trabajo antes de la hora y salía después de la hora. No participaba de huelgas por aumento de sueldo. Si el sueldo me parecía inadecuado, no insuflaba la huelga. Simplemente comenzaba a procurar otro empleo mejor remunerado y pronto. En el Trabajo, siempre que podía, ayudaba a mis camaradas de trabajo. Lo que poco a poco me fue prestigiando entre mis compañeros y jefes. Pronto me ascendieron a gerente regional de varios países (Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay) en la Procter & Gamble. Mis cuatro hijos son Ingenieros. Les recomendé que tuvieran solo un diploma, pero que fueran buenos en lo que hacían. Excepto mi hija Daniela, que se diplomó en arquitecta y luego de ingeniera civil, los otros 3 me hicieron caso. Son apenas ingenieros.

Al jubilarme, compré una empresa (PYME) que vendía 100 mil dólares al año y la transformé en una de un millón de dólares al año. Al cumplir los 70 años, se la regalé a mi familia. Hoy no tengo nada. Ni auto, ni celular, ni terno, ni camisas de seda, ni zapatos de mocasín. Solo tengo mi huerta vertical y soy feliz. Mensualmente separo una parte de mi jubilación y la envío a Chile para ayudar en la lucha contra el comunismo empobrecedor, provocador de hambre y pobreza. Ahora me dedico a la politología como pasatiempo. Mi mayor tristeza es no poder comerme una empanada chilena a los domingos. PIENSO SINCERAMENTE QUE CHILE SERÍA MEJOR SIN COMUNISTAS.

(Testimonio de un chileno común y corriente que vive fuera de Chile.)

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