LA PLATA HACE LA DIFERENCIA
Artículo adaptado de Armando Martini Pietri (@ArmandoMartini).
Lo primero que hizo Hugo Chávez en Venezuela, después de fracasar como jefe golpista (y liberado poco tiempo después por causa de las débiles leyes de una Democracia poco protegida, en vez de exilarlo por 50 años fuera del país), fue convocar los civiles para hacerle un trabajo del cual él era incapaz: montar – para él – un partido político, mientras le decía a la masa, burlada tantas veces y desilusionada, lo que quería oír. Engañó a los poderosos fingiendo que los necesitaba, para después echarlos a un lado, como bichos malolientes.
En segundo lugar, convenció a los militares que eran los que mejor gobernarían por tener jardines limpios y eran disciplinados. Que él, como militar, los protegería y “cada uno” recibiría más que lo que recibía en esa época, pues lo merecían. Solo que no aclaró quienes eran los “cada uno” a que se refería. Los incentivó a que lo acompañaran en esa misión patriótica y bolivariana.
En tercer lugar, descubrió que con frases de efecto y “slogans” nacionalistas, creando un enemigo “virtual”, ganaría la popularidad deseada del pueblo. Su hermano “pelucón” marxista le había dicho que el pueblo adora a los socialistas marxistas. Entonces el enemigo seria USA, lo llamaría “El Imperio”. Era medio arriesgado, pues USA era su mejor y mayor cliente, pero eso le traería las simpatías de Cuba.
La obsesión por el poder lo hizo un déspota después que fue libertado del cautiverio por ingenuos militares constitucionalistas y democráticos. (Hoy están como refugiados políticos – arrepentidos – en USA). El golpe fracasó y los militares aceptaron el fracaso. Tuvo la sagacidad de escuchar y rodearse de un puñado de canallas inteligentes, pero ambiciosos que se aprovecharon del poder.
Con una egolatría superlativa, se sintió heredero de esa piltrafa humana llamada Fidel Castro. Fue su devoto y le entregó el país a los cubanos, expertos en dictaduras, controles y propaganda. Estaba todo pronto y completo para engañar y dominar un pueblo y un país entero.
Chávez estableció el sistema de rodearse de una corte de aduladores. La lucha verbal contra el enemigo (El Imperio) uniría al pueblo y él lo comandaría. Echaría a patadas quien tuviera ideas propias y a la cárcel mandaría los opositores acusados de cualquier cosa, ya que él había nombrado a los jueces que eran parte de su corte. Tenía el Poder Ejecutivo, las FFAA, la policía, el Legislativo, el Poder Judicial y la Procuradora de la República. La oposición decía que era un dictador, pero en lo íntimo se sentía un “iluminado” por Dios. (Solo que no contaba con el “cáncer”).
Chávez, se comportó peor que aquellos que él criticaba. En la Escuela Chavista florecieron los ignorantes e imbéciles, que le obedecían por intuición e interés propio, ladrones desmedidos, bandidos de cuentas bancarias que crecían casi solas.
Chávez creyó en los embustes de Fidel Castro, y en lugar de tratarse el cancer en un lugar donde hay ciencia y tecnología de punta, fue agonizar en un jardín cubano con mucho sol, ningún escrúpulo y ninguna seguridad de cura o estabilidad.
Lo sucedió uno de sus secuaces, entrenado y adoctrinado en Cuba: Nicolás Maduro. Heredó de Chávez un séquito de militares y civiles sinvergüenzas, comprometidos con el “negocio”. Maduro, para gobernar peor que Chávez, solo precisaba una cosa: que el precio del petróleo se desplomara. Ya era administrado políticamente por incapaces y con intereses propios. Y así fue lo que sucedió.
Antes de eso, USA, ayudó mucho a Chávez y luego a Maduro. Compraba todo su petróleo y dejaba millones de dólares en las manos de los déspotas. Demoró mucho tiempo hasta que el presidente Donald Trump suspendiera las compras de Venezuela.
Donald Trump prometió subjetivamente que libertaria la Democracia venezolana, inclusive dijo que “tenía todas las fichas sobre la mesa”. Pero fue un “fraude”. No hizo nada efectivo. Solo aplicó sanciones a una docena de ladrones del gobierno de Maduro que transfirieron el dinero robado para Suiza. Igual que un perro miedoso: ladró pero no mordió.
Ahora todo está acabado.
Obs: Comentarios de Sergio Menares en cursiva.
Chile hará una nueva Constitución. ¿Cómo podemos colocar en ella cláusulas que impidan un marxista populista como Chávez en Chile?